Santiago Rivero fue un personaje muy peculiar del pueblo de Urachiche. Seguramente debió ser contemporáneo con
don Víctor Giménez. Contaba le gente
del pueblo que para hacer cualquier negocio, Santiago tenía que tener cuatro palos de cocuy encima.
Este señor solía emborrachar a sus amigos hasta casi hacerlos perder la
conciencia; luego los enterraba parados y les dejaba la cabeza afuera. Seguidamente Santiago Rivero comenzaba a
dispararles tiros muy cerca de la cara. Se
decía que varios ‘amigos’ suyos quedaron sordos con esta práctica; entre estos,
su compadre y mejor amigo, quien quedó sordo de perinola (como se dice en
criollo).
A Santiago también le gustaba hacer parrandas en su casa. Todos los sábados preparaba un sancocho e
invitaba a todos sus amigos, oriundos de Urachiche y de aldeas vecinas. Como la
gente es muy arrocera en esos lares, esa casa se llenaba rápidamente de borrachos (a los que en Urachiche les llaman 'canapiales'),
que llegaban a comer y beber de gratis. Lo
que nunca supieron, fue que Santiago Rivero mandaba a preparar dos sancochos: uno
para él, de gallina; y otro de zamuro,
que había cazado con anterioridad, para los demás. Cada sábado los comensales devoraban el
sancocho que les correspondía. Los rumores afirmaban que Santiago Rivero también
organizaba parrillas de perro, de gato y de burro.
Claro, él siempre les dijo a los invitados que el sancocho era de
gallina. Algunos se enteraron mucho tiempo después y agarraron tremenda
arrechera. Incluso hay una anécdota que afirma que uno de sus amigos, muchos años
después, al enterarse de lo que había comido (sancocho de zamuro), salió corriendo
al baño mientras se metía los dedos en la boca para vomitar.
Escrito por Gabriel Adolfo Garrido
Editado por Gabriel Alexander Garrido Franco Jr.
siete de octubre del 2015
siete de octubre del 2015
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