Josefa Salas era una muchacha urachicheña con una
imaginación que haría palidecer de envidia a cualquier cuentista. En la época
que le tocó vivir no había ningún medio de comunicación masivo. Recuerdo que, cuando
llegó uno de los primeros televisores al pueblo, cobraban una locha por ver los
programas.
En estas circunstancias, ante la ausencia de
distracciones, por muchos años, durante las noches, Josefa contaba cuentos por varias horas. Para
los cuentos que inventaba in situ, improvisaba escenarios y personajes. Curiosamente, estos relatos se hacían
interactivos, ya que, por una tarifa, los escuchas podían adquirir un papel en
la historia. La importancia del personaje dependía de la tarifa: a mayor pago, mayor la importancia que tendría el personaje en la historia. Lógicamente, los pagos más altos correspondían a los
papeles protagónicos. Los 'pagos' que
recibía Josefa le eran entregados en forma de comida o caramelos; no hay que olvidar que Urachiche sufría la crisis económica del campo venezolano.
Josefa deleitaba a su audiencia brindándole una extra vistosidad a
algunos personajes, a quienes dotaba de vestidos especiales, finamente elaborados, que dichos personajes lucían a lo largo de la historia. De manera similar, algunos personajes poseían carrosas
y los corceles; y las doncellas eran desposadas por príncipes y duques europeos... Eso sí, siempre y cuando el público pagara algo extra por estos privilegios.
Por Gabriel Adolfo Garrido
Editado por Gabriel Alexander Garrido Franco Jr.
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